De Buenos Aires a Córdoba

De Buenos Aires a Cordoba

Argentina

DURACIÓN

15 días / 16 noches

PARTICIPANTES

10 – 15 Conductores

DISTANCIA

700 – 800 km (Dependiendo de las actividades)

Época Recomendada: Todo el año

El viaje en moto comienza en la ciudad de Buenos Aires, donde la ansiedad y la emoción marcan los preparativos finales. Se ajusta el equipaje, se chequea la moto y se respira profundo antes de salir a la ruta. La salida de la ciudad se hace por la Panamericana, dejando atrás el bullicio porteño rumbo al norte bonaerense. El primer tramo es corto, ideal para aclimatarse: la ciudad de Zárate es la primera parada. A orillas del río Paraná, con su famoso puente colgante y sus paisajes ribereños, ofrece una noche tranquila y la oportunidad de disfrutar del aire del interior.

Desde Zárate se avanza hacia San Pedro, otro rincón encantador a la vera del Paraná. Allí, el ritmo se desacelera aún más. Pasear por la costanera, visitar el Museo Histórico Regional o simplemente contemplar los barcos en el río convierte este día en un descanso placentero. Luego, la ruta sigue hasta San Nicolás de los Arroyos, una ciudad cargada de historia y espiritualidad. El Santuario de la Virgen del Rosario recibe a miles de fieles cada año, y el Parque Rafael de Aguiar ofrece un entorno verde ideal para relajarse después del camino. Aquí conviene quedarse un par de noches, aprovechar para pasear con calma, probar la gastronomía local y realizar algún ajuste mecánico, si hace falta.

El viaje continúa hacia Rosario, una de las ciudades más importantes del país. El ingreso se hace recorriendo parte de la ribera y encontrando de inmediato ese espíritu cultural que la caracteriza. El Monumento a la Bandera, el Parque España y el Boulevard Oroño son paradas obligadas. Rosario tiene una vida nocturna vibrante, especialmente en el barrio Pichincha, donde se puede disfrutar de cervecerías, música en vivo y buena comida. La estadía se extiende algunos días para hacer excursiones en moto a los alrededores, como San Lorenzo, con su historia de batallas patrias, y Pueblo Esther, un paraíso escondido junto al río.

Desde Rosario se toma nuevamente la Ruta Nacional 9, avanzando hacia el oeste. Se atraviesan pueblos rurales que dibujan la esencia de la llanura pampeana: Armstrong es uno de ellos, y sirve como una pausa necesaria entre grandes ciudades. Luego, el viaje llega a Villa María, ya en territorio cordobés. La costanera del río Ctalamochita es perfecta para una caminata al atardecer, y su ambiente relajado prepara al viajero para la etapa final.

Desde Villa María se toma una ruta más pintoresca hacia Alta Gracia, pasando por caminos que anticipan la llegada a las sierras. Alta Gracia, con su legado jesuítico y el museo donde vivió el Che Guevara, ofrece historia y paisaje en partes iguales. El camino se torna más emocionante a medida que se asciende hacia el Observatorio de Bosque Alegre, una ruta alternativa que brinda vistas panorámicas antes de descender finalmente hacia la ciudad de Córdoba capital.

Córdoba se convierte en el destino ideal para culminar este viaje. Durante varios días se explora su Manzana Jesuítica, sus museos, su vibrante barrio de Nueva Córdoba y la calma de Güemes con sus ferias y cafés bohemios. Pero el viaje no estaría completo sin subir nuevamente a la moto y recorrer las Sierras Chicas: Villa Allende, La Calera y Saldán son pueblos cercanos, atravesados por rutas curvas y paisajes serranos perfectos para quienes aman rodar con libertad. Si queda energía, se puede aprovechar el último día para visitar Cosquín o Jesús María, completando así una travesía que no fue solo una unión entre puntos geográficos, sino también una forma de reconectar con el tiempo, la naturaleza, y uno mismo.

Después de más de dos semanas en la ruta, y con más de mil kilómetros recorridos, este viaje en moto desde Buenos Aires hasta Córdoba se convierte en una experiencia inolvidable. No se trata solo de un desplazamiento: es una forma de mirar el país desde otro ángulo, de sentir el viento en la cara, de vivir cada pueblo con los sentidos despiertos. Y cuando finalmente se apaga el motor, queda la certeza de haber vivido una pequeña gran aventura.